El diario de pablo escrito por Pablo Donzelli, nos quiere hacer creer que se trata simplemente de eso: de un diario, de las cosas que le pasan a un hombre durante una serie de días. Pura estructura. Pablo Donzelli, avezado en su oficio de escritor, nos propone otro juego: primero nos hace pasar de a poco a un lugar geográficamente acotado por unos huertos, una casa, una yunga, unos muros, unas montañas azules y un espacio aéreo limitado en el cual transitan ¡naves espaciales! Al fin "el diario" es una gaveta, pero una gaveta muy especial donde Pablo Donzelli guarda los símbolos de su poética. A veces expresados a través de sus personajes: la gata que no es mía, las voces del viento, la calesita de los recuerdos, la enorme pelota inflable, el lustrador de muebles, el hombre dislocado, los descampados, un viejo teléfono. Y lo que hace con la escritura viene dado a la manera de Lewis Carroll, a la manera de Saint Exúpery, y más cerca, a la manera de Marosa Di Giorgio, sobre todo cuando se pone a jugar con los mundos fantásticos de mariposas cuyos colores resultan paradójicos o cón jueguitos de té hechos de plástico verde; pero también a la manera de otro uruguayo genial: Mario Levrero. En eso Donzelli es kafkiano como Levrero, porque está en un sitio completamente cerrado, en el que aún en libertad, siempre choca absurdamente y sin ninguna lógica contra algo. Esto queda bien claro cuando se estrella contra el muro del monumento construido por el hombre dislocado. Lo único que puede llevarlo más allá de las montañas azules, son las naves espaciales, pero más allá solo existe el mar de los olvidos. Pasen y vean.
(Jorge Montesino)
#02132
Temática: Novela
Editorial: Montemaqui. 2007
Idioma: Español
Tapa Blanda
66 páginas
